lunes, 30 de julio de 2012

Estoy en la cama del Katmandú Garden House intentando escribir algo para que comprendáis cómo ha sido este día tan emotivo para mí. Esta mañana ha venido al orfanato una familia de Barcelona, hemos conectado desde buen principio, ha sido poco tiempo el que hemos estado juntos pero con unas conversaciones y un todo geniales. Kasturi y Pramila han venido a mi habitación con cartas para mí y para Javi. Cartas preciosas de las que tengo frases marcadas en la mente que creo que no se borrarán nunca. Después de intentar pasar el día más o menos distraído en el Thamel ha tocado volver y proceder al momento más difícil: la despedida. Me ha dado un vuelco el corazón cuando he llegado del Thamel y he entrado en la sala de estudio. Kasturi me ha mirado con una cara muy triste y Mahesh me ha preguntado directamente: Andrea, fine? (también me lo preguntó ayer) A lo que yo le he contestado que sí, y que si él también estaba bien. Ha hecho un no rotundo con la cabeza. Me he tomado un té y Gita en la cocina me iba diciendo que me quedara a comer el arroz, que me quedará a no sé qué pero yo no quería alargar tampoco más el momento. Gita me ha empezado a decir que había pasado muchos momentos felices conmigo. Como habla este inglés-apache iba diciendo: Andrea very very very (multiplicado por veinte) nice. Y le iba diciendo cosas buenas de mí a la familia de Barcelona.

Me he acercado a la sala de estudio y creo que nunca podré olvidar la cara de Kasturi. Se ha levantado y ha venido hacia mí y yo ya estaba llorando a moco tendido. Me ha dado un abrazo enorme y se ha separado un poco porque estaba llorando también pero me ha vuelto a abrazar. Pramila también me ha dado un achuchón muy grande y Sangham me ha chocado la mano. Me he despedido con un adiós y un intento de sonrisa con los demás. Me he girado y he visto detrás, un poco apartados, a Mahesh y a Bijay con una cara... que la verdad es que mi reacción automática ha sido ir y abrazarlos por separado. Después he ido a Gita y le he dado un buen achuchón, ella me decía no vas a volver? Y yo le he dicho que obviamente intentaría volver antes de irme a Barcelona y que no podía evitar llorar. La pobre también estaba bastante triste. Ya no aguantaba más allí así que he echado a andar y de repente me ha venido a la cabeza que no me había despedido de Suman. Me giro y lo tenía detrás. Automáticamente he chillado: ¡Suman! Y él me ha dicho: ¡pensaba que te olvidabas de mí! Me ha dado un abrazo que no podré olvidar. Es un gran hombre.

Pramila me ha cogido de la mano y Bijay se ha puesto al otro lado. Han dicho que venían al bus conmigo. Me he girado y he visto detrás mío a Mahesh y a Hari con unas caritas que no olvidaré. Suren iba gritándome que nos veíamos al día siguiente y que me daba un gran gran abrazo. Hemos ido hacia el bus y los he vuelto a abrazar. Me he subido al bus llorando y ha arrancado. Físicamente me he ido pero una parte de mí se ha quedado allí, en varios sitios. En la cocina, riendo con Gita y comunicándonos con gestos. En la habitación de los niños, mirando una película a escondidas de Suman más tarde de lo permitido. En el patio, haciéndole cosquillas a Kasturi y bailando el tango con ella. O persiguiendo a Bijay o a Hari porque no paran de chinchar. En el bidón de agua, donde Bijay y yo nos tirábamos agua mientras lavábamos los platos. En la terraza de la segunda planta, donde Suman y yo hemos conectado y me he dado cuenta de que es uno de los hombres con el corazón más grande que he conocido. En la sala de estudio, donde he hecho de profesora, de cojín, de taquillera, de amiga, de hermana y de madre. En la habitación de las niñas, donde he tenido sesión de peluquería con Anita cada día. Y, sobretodo, en la habitación de invitados de la segunda planta, donde me asomaba a escondidas varias veces al día para verlos y desde donde me llegaban los gritos de Gita llamándome para ir a comer, la risa contagiosa e inocente tan propia de Saugat y tantos otros momentos felices.

Mi cuerpo se va, pero sigo estando allí, bebiendo té negro y con una sonrisa en mi cara, sintiéndome la persona más afortunada del mundo por haberlos conocido. Espero haber dejado la mitad de lo que ellos me han dado a mí. Pramila me ha escrito en su carta hoy que estaba triste porque me iba y, mientras había estado, habíamos sido una familia que lo compartía todo. Se equivocaba en algo, sé (y estoy muy segura de ello) que seguiremos compartiendo un montón de cosas. Os dejo con algunas fotos.
Buenas noches de parte de la tía Andrea, la más afortunada del mundo.

 (Bijay, Pramila, Binod, Kasturi y yo haciendo limpieza a fondo de la cocina)
 (Saugat, Anita y yo haciendo pulseras)
 (Hari entregado con las pulseras)
 (Nuria, Anita, Bijay, Sangham, Saugat, Binod y yo)
 (Bijay y yo)
 (Suren, the boss, y yo)
(Una de las fotos más bonitas, con Bijay)

2 comentarios:

  1. gracias por compartir estos momentos que te hacen grande a ti y a quien lo leen

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  2. Los recuerdos construyen un camino que llega hasta el corazón y logra que los seres queridos siempre los sienta uno muy cerca, aunque en realidad estén muy lejos el uno del otro.
    En este caso no es una despedida, solo es un momento hasta el reencuentro.
    Cada momento que vives en este estado tu corazón crece, llenandose de lo único importante.

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