Vuelvo a las
andadas y me dispongo a explicaros todo lo sucedido estos días.
Después del festival en Bhaktapur y de visitar la ciudad, ya más
tranquila, a la mañana siguiente durante dos horas, cogí la mochila
y Sagar y yo empezamos el camino a Namobuddha. Cogimos un bus
dirección Dhulikhel y a partir de allí hicimos el camino a pie.
Hubo momentos en los que pensé que no llegaba al monasterio ya que
son muchas horas de camino y este no es precisamente fácil. La
verdad es que la caminata de ida y la de vuelta valieron la pena.
Namobuddha pasa directamente a estar en los primeros puestos de mi
lista de sitios favoritos.
Deacuerdo con la
religión budista, se explica que hace seis mil años había un
príncipe que se llamaba Ngingdui Tshenpo. Este es el lugar donde el
príncipe donó su cuerpo a una tigresa hambrienta y a sus cinco
crías. Después de donar el cuerpo, renació en Lumbini y fue
llamado Gautam Buddha. Fue a este mismo lugar con sus aprendices.
Syarit, Maao Gyalgi Buku y Gautam Buddha rodearon la stupa tres veces
y rezaron tres veces, después de sus oraciones el sitio fue llamado
Sangke Fyafulsa. Finalmente, se le otorgó el nombre de Namo Buddha
por parte de toda la gente que visitaba el sitio.
Lo cierto es que es
un lugar donde sientes realmente la paz y la tranquilidad, tiene un
aura muy especial, realmente los monjes te contagian todo lo que son
y rápidamente te sientes envuelta en ello. Tuve pocas ocasiones de
tener intimidad en esta visita, hubiera necesitado muchísimas más y
hubiera necesitado otro tipo de compañía si no ninguna. Al menos
para sentir la estancia bien e ir procesándola poco a poco. No fue
así pero igualmente guardo un buen recuerdo del sitio y de las
ínfimas conversaciones que pude tener con algunos monjes o gente que
estaba de retiro espiritual. Entre muchos momentos de paz interior
recuerdo estar en la sala de oración con todos los monjes recitando
los mantras, recuerdo esa sensación de estar conectada con ellos y
tener una tranquilidad total.
A la vuelta
bajábamos por otro lado y cogíamos un autobús en Panauti, que yo
tenía que irme al orfanato de Indu, al segundo que tenía programado
visitar. Después del largo trayecto de vuelta, nos subimos al bus y
para mi sorpresa el bus se para en medio de la carretera, veo que
todos los otros automóviles tanto públicos como privados también
se paran y me encuentro de frente con que han empezado una huelga
improvisada (la huelga oficial era al día siguiente). Yo, mi
cansancio, y todos los demás ocupantes de los distintos medios de
transporte estuvimos esperando ad aeternum en la cuneta de la
carretera. Finalmente conseguimos subirnos a otro bus y hicimos
camino a Banesor, donde el taxi de VEEP Nepal me llevaría al otro
orfanato.
Al
subirme al taxi llaman a Sagar, era Suren. Resultaba que a Indu se le
había muerto el padre (o el padre de su marido, no lo acabé de
entender) ese mismo día y estaba en Pashupatinath. Según la cultura
de aquí, a la muerte de un familiar directo tienes que estar trece
días continuando el duelo ergo yo, que ya estaba de camino al
orfanato, no me pude quedar. De hecho, ni me pude quedar en el
orfanato que había puesto con prioridad ni podré quedarme en el
futuro ya que los trece días se acaban justo el día que me voy de
aquí. Lo que ya acabó de ser sorprendente fue cuando Sagar me
espetó, bueno, ahora tienes que volverte al primer orfanato. Sí,
lectores, son esas las casualidades del destino que te dejan tibio y
te hacen pensar mucho. Realmente, yo me quedé muy fría porque se me
había roto todo lo que estaba programado en un santiamén y tenía
que tomar algunas decisiones. Pero bueno, como decía Shakespeare:
nada es bueno ni malo, solamente lo que pensamos confiere esa
calidad.
Creí que, después
de todo, no había más señales para mostrarme que tenía que
quedarme en el primer orfanato que había estado y no pasar una o dos
noches aquí e irme a otro, además de que creo que esto no es un
hotel para alojar huéspedes que no tienen donde ir repentinamente.
En fin, que a la mañana siguiente hablé con Suman y me dijo que no
había ningún problema. Cuando llegó Suren hablé con él y le
expliqué (o intenté hacerlo) cómo veía las cosas y que sentía
que tenía que quedarme, también para asegurar mi estabilidad
emocional.
(Anita, que a las seis de la mañana de ayer pasó a ser mi canelón favorito y que, sin darse cuenta, me regaló uno de los momentos más bonitos y especiales que he tenido)
Así que, queridos
lectores, aquí estoy y así son las cosas. Me encuentro en el lugar
donde empecé, un lugar en el que me siento muy bien y con unos niños
magníficos. Son días de reflexión y meditación, para asentar todo
lo vivido en Namobuddha, que en realidad fueron más cosas de las que
parecen, para asentar todos los cambios repentinos y supongo que, en
realidad, para ir asentando poquito a poco todas las modificaciones
personales que este viaje suscita. Me quedan diez días para irme y
parece que fuera ayer que cogía el avión en el Aeroport del Prat,
llegaba a Doha, cogía otro y acababa en el Katmandú Garden, viendo
como los niños de la escuela de al lado jugaban en el recreo. Tempus
fugit, que decía el poeta. Y, otra vez os lo digo -orgullosa, y con
una sonrisa de oreja a oreja-, un beso enorme a todos desde al lado
de la fábrica de Pepsicola.
la incertidumbre es un regalo cuando lo aceptas te lleva a tu ser
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