domingo, 19 de febrero de 2012

Machik Labdrön recibió un buen consejo de la mano de su maestro. Éste le dijo: confiesa tus defectos ocultos, afronta aquello que te repugna, ayuda a quienes crees que no puedes ayudar, abandona cualquier cosa por la que sientas apego y, por último, ve a los lugares que te asustan. Después de leerlo y pensar que, inicialmente, este consejo tenía un único destinatario, sentí que su verdad se expandía hasta tal punto que acaba salpicándome a mí también. Entonces, y parafraseando a Pizarnik, en esa hora inocente, yo y la que fui nos sentamos en el umbral de mi mirada. Y fue en ese preciso instante en el que surgió el nombre de este blog.

Este pequeño espacio está formado por dos palabras upeksa y parami. Esta última deriva de paramita. Par significa, literalmente, al otro lado y, de hecho, aún se usa coloquialmente en la India para denominar el otro lado del río. Mita significa alguien que ha llegado a ese lado. Ergo paramita representa alguien o alguna cosa que ha conseguido llegar a la otra orilla. Cada paramita tiene la capacidad de encaminarnos más allá de nuestro miedo a dejarnos llevar. Gracias a ellas aprenderemos a sentirnos cómodos en la incertidumbre. De hecho, Pema Chödron decía que el verdadero luchador acepta el hecho de que nunca puede saber qué le ocurrirá a continuación. Es como imaginar que estamos en medio de un río, sin ver sus orillas, y la barca empieza a hacer aguas. No encontramos nada a lo que cogernos. Pero, entonces, nos damos cuenta de que no tiene por qué ser malo. No cogerse a nada significa que podemos relajarnos en este mundo fluido y dinámico. 

Por otro lado, upeksa 
(उपेक्षा) es el concepto budista de la ecuanimidad. Como decía Bhikkhu Bodhi, es la igualdad de la mente, la inquebrantable libertad de la mente, un estado de equiparación que no puede estar alterado por la ganancia y la pérdida, el honor y la deshonra, la alabanza y la culpa, el placer y el dolor. Es la libertad desde todos los puntos de autorreferencia. Y, por encima de todo, es la paramita que, en esa hora inocente en la que me senté conmigo misma, me di cuenta que más necesito y que a la vez es de la que más carezco. Y, aunque todo cambio tiene un camino, también tiene un punto de inflexión. Un momento en el que dos puntos importantes se encuentran: una transición y un lugar.

Octavio Paz acababa el prefacio de ¿Águila o sol? diciendo: hoy lucho a solas con una palabra. La que me pertenece, a la que pertenezco. Y, ahora, ya sí que oficialmente, puedo dar a conocer que mi palabra es Nepal, el lugar donde se producirá el punto de inflexión.

3 comentarios:

  1. Que los "limacos" te acompañen...que encuentres tu paramita.

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  2. Andrea, m'alegro molt que tinguis el mateix punt d'inflexió que l'Octavio Paz. Tot i que no m'extranya gens.........¡¡¡¡¡¡¡¡

    "La llum brilla en les tenebres"

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